En esa fiebre por crear días conmemorativos, cada 7 de octubre llega, así, de “tapadillo”, el “Día del Trabajo Decente”. Por encima de todo deberíamos preguntarnos si existe la posibilidad del “trabajo decente” dentro del actual sistema basado en la explotación de las personas, pero aun “aceptando” las “reglas de juego” de este sistema, el trabajo decente a día de hoy se convierte en una ilusión inalcanzable para la inmensa mayoría de la juventud y del conjunto de la sociedad.

En primer lugar, debemos de tener en cuenta que cuando hablamos de trabajo nos referimos a todas las actividades, remuneradas o no, necesarias para el mantenimiento de la vida (trabajo “productivo”, “reproductivo y de cuidados” y “social”). Sin embargo, habitualmente, cuando hablamos de “trabajo” solemos limitar este concepto al trabajo remunerado, es decir, al “empleo”. En este sentido, desde la Organización Internacional del Trabajo (OIT), al hablar de “trabajo decente” se plantea que “es fundamental que hombres y mujeres tengan oportunidad de conseguir un empleo productivo en condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana”. Y a partir de aquí, la OIT define el “Trabajo Decente” como un trabajo “caracterizado por cuatro objetivos estratégicos: los derechos en el trabajo, las oportunidades de empleo, la protección social y el diálogo social”.

A partir de esta definición de “Trabajo Decente”, incluso “aceptando” las reglas del juego de este sistema, en nuestro día a día vivimos una realidad en la que por un lado las oportunidades de empleo escasean para el conjunto de la sociedad, y especialmente para la juventud. Y por otro lado, el “empleo con derechos” (o trabajo decente) se ha convertido en una ilusión casi inalcanzable o en una ficción que forma parte del pasado.

Las y los jóvenes vivimos esta realidad en nuestro día a día. Sufrimos todo tipo de formas de explotación y de “empleos indecentes”. Lo podemos llamar “empleo indecente”, “explotación” o “precariedad laboral”, pero en cualquier caso nos enfrentamos a situaciones de “inseguridad” y “vulnerabilidad” en el puesto de trabajo. Inseguridad provocada por los contratos temporales, el empleo irregular (falsos autónomos, economía sumergida, prácticas y becas fraudulentas) y la amenaza del desempleo. Y vulnerabilidad caracterizada por contratos a tiempo parcial, salarios de miseria y jornadas laborales alargadas, variables e imprevisibles. Así como por el deterioro de la salud laboral, del derecho a la participación sindical y de los derechos y prestaciones sociales. Por desgracia, a todas nos resultan familiares los trabajos temporales (muchos de ellos a través de ETTs) que deberían ser indefinidos, o los contratos a tiempo parcial en los que te exigen que hagas una cantidad de trabajo como si trabajaras a tiempo completo, o situaciones en las que se incumplen las condiciones de tu contrato pero “no te puedes quejar” porque te dicen que hay “100 como tú deseando hacer tu trabajo”. Por no hablar de quienes se ven obligados y obligadas a darse de alta como autónomos para trabajar en una empresa con las mismas obligaciones que las personas que trabajan en la empresa. O de quienes firman un convenio de práctica o una beca y luego se dan cuenta de que las tareas que realizan no tienen que ver con su formación y que realmente están sustituyendo un puesto de trabajo. O que deben trabajar sin contrato, como esos y esas jóvenes “sin papeles” que vienen a vivir y a trabajar desde otros países y se ven a obligadas a trabajar en unas condiciones “indecentes” porque se enfrentan a una ley de extranjería que no les da otra oportunidad, y a unas empresas (y unas personas) que en muchos casos se aprovechan de su situación para tener más beneficios o más tiempo de ocio.

En resumen, hablamos de prácticas y becas que sustituyen puestos de trabajo, empleos sin contrato, falsos autónomos, empleos con contratos que no se cumplen (riesgos laborales, horas extra sin cobrar, nóminas que no llegan, vacaciones que no existen o no se cobran), de discriminaciones por diferentes motivos (género, edad, origen, etnia o condición sexual), o directamente de contratos con sueldos de miseria, disponibilidad total y cambios de horarios continuos, despidos y contrataciones a la carta etc. Frente a esta realidad, resulta irónico (por decir algo) hablar de “trabajo decente”.

Sin embargo, no podemos quedarnos de brazos cruzados frente a estas agresiones. A pesar de que las reformas laborales y las políticas económicas y sociales en la mayoría de los casos nos ataquen como personas, como jóvenes y como trabajadoras, existen diferentes espacios y luchas en los que, desde la acción colectiva, podemos protegernos, apoyarnos mutuamente y tratar de lograr unas mejores condiciones de trabajo y de vida.

Desde el CJN-NGK, además de señalar todas estas situaciones y de apoyar todas estas luchas en la medida de lo posible, nos vamos a centrar en la lucha contra las prácticas y becas fraudulentas. Ya se han dado pasos consiguiendo que en el II Plan de Juventud de Navarra se hayan incluido diferentes propuestas y medidas para hacer frente a esta realidad que vivimos los y las jóvenes, y que hace que desaparezcan puestos de trabajo para ser sustituidos por personas en prácticas, de manera que se destruye empleo y se alarga más y más nuestro acceso a puestos de trabajo con contrato laboral. Y por otro lado, estamos apoyando la iniciativa de la Oficina Precaria de Madrid, que ha llevado al Parlamento Estatal una Propuesta de Ley para regular las prácticas y becas, de manera que cumplan su labor formativa con calidad y dejen de sustituir puestos de trabajo. Pero como en tantos otro casos, estos pasos “institucionales” no serán suficientes si no van acompañados de la movilización de la juventud y del conjunto de la sociedad, y esa es una tarea que nos afecta a cada uno y a cada una de nosotras.

En este y tantos otros casos tenemos dos opciones, movilizarnos, luchar y tratar de cambiar la realidad que vivimos, o como dijo Evaristo, “currar”, “callarnos” y “someternos” para ganar nuestro “dinerito”. Cada uno y cada una debe de tomar esa decisión, y entre todas y todos tenemos la posibilidad de luchar por unas mejores condiciones de trabajo y de vida.